Las primeras semillas de la Fundación Meso comenzaron con Rogelia Morán, madre de Julio Salazar, fundador de la Fundación Meso y del Colegio Mesoamericano.
Conozcamos a Rogelia, la inspiración y motivación de Julio.
Durante su infancia, doña Rogelia junto a sus hermanos, gozaron del acompañamiento de un padre amoroso y una madre condescendiente. La comunicación familiar fue la clave del éxito en su familia y en la adopción de los valores que después le darían forma a una vida de compasión, educación y deseo de mejorar las vidas de los demás.
“Aunque vivíamos en áreas rurales, lejanas a las escuelas, en nuestra casa nunca faltaron los libros. Esa fue una gran luz que nos dio mi padre para iluminar nuestras vidas, él siempre se enfocó en enseñarnos muchas cosas desde pequeños. Cuando entré a primer grado, yo ya sabía leer y escribir porque mi papá me había enseñado. Al sol de hoy, lo que rodea mi cama son más de 100 libros y siempre estoy leyendo”, describe doña Rogelia Morán.
El amor de Rogelia por la lectura se convirtió en un deseo de seguir aprendiendo y poner en práctica nuevas habilidades. Eventualmente, se dio cuenta de que quería transmitir este conocimiento para ayudar a los menos afortunados.
“Desde muy jovencita comencé a trabajar como maestra de educación rural. Tuve la oportunidad de estudiar Avances Comunitarios y aprendí a criar animales y a cultivar plantas. Estudié también un curso de Salud Pública, logré ser directora de un programa de bienestar social y enseñábamos a las madres tareas básicas que ellas aplicaban en sus hogares. En la Universidad San Carlos de Guatemala, llevé un curso de Administración Hospitalaria. Gracias a ello aprendí a equipar y remodelar hospitales, y así ayudar ampliamente a los demás, en especial a los niños, a través del hospital Elisa Martínez, en Puerto Barrios, Izabal”, recuerda doña Rogelia, quien administró ese hospital por varios años.
A lo largo de su trayectoria, educó a grupos de campesinos para que aprendieran a administrar mejor sus tierras y sus producciones animales y agrícolas. También logró educar a madres de familia acerca de la importancia de una alimentación balanceada durante la lactancia y a desmentir mitos dañinos para la seguridad alimentaria de las madres y sus hijos. Además, en el transcurso de su vida, Rogelia tomó bajo su protección a muchos niños e incluso adoptó informalmente a algunos de ellos.
“He sido consultora de hogares. He visitado a hermanos en situaciones difíciles y también de alegría y siempre he encontrado la oportunidad para aprender y enseñar algo. He tenido la buena suerte de que mis hijos siempre me consultan cosas. Hasta la fecha, vibra en mí el deseo de enseñar y organizar, porque me da lástima ver todos los recursos que se desperdician en cualquier lugar, cuando las personas no tienen esa noción”, explica doña Rogelia a sus 90 años.
Todo este ejemplo de enseñanza y ayuda al prójimo no cayó en vaso vacío. Su hijo, Julio, siempre estuvo detrás de ella, escuchando y aprendiendo de su ejemplo.
Cuando Julio apenas cumplía los 6 años, Rogelia reconoció que Julio había captado la idea de ayudar a los demás. Más de una vez, Rogelia lo sorprendió “robando” algunos huevos para compartir con un amigo que siempre mencionaba no haber podido desayunar. “Eran las acciones de un hijo, viendo a su madre que incansablemente ayudaba a los demás. Ese deseo persiste en mí hasta hoy, no me he cansado de ayudar a los demás, tal y como mi madre me ha enseñado. Los niños aprenden más por el ejemplo que por cualquier palabra que les digamos. Mi madre me ha enseñado con el ejemplo, que el camino es ayudar”, finaliza el ingeniero Salazar, conmovido hasta las lágrimas al tener a su madre al lado, su ejemplo de vida.
“Al observar a mi madre, se me prendió la chispa de que valía la pena hacer cosas por los demás. En casa siempre había personas a las cuales mi madre ayudaba. Verla siempre en acción, fue formando en mí una inquietud a lo largo de los años. Primero, por hacer el bien y segundo, por cultivarme y sembrar en las nuevas generaciones, la misma semilla que ella sembró en mí. Quería llevar a la acción algo que fuera importante y significativo para la gente”, recuerda el ingeniero Julio Salazar, conmovido por los recuerdos.
A Julio se le dio la oportunidad de ir a la universidad en Estados Unidos, se graduó como Ingeniero Industrial y consiguió un trabajo en Compaq Computer Corporation. Sin embargo, nunca perdió la pasión por hacer algo significativo por su país. Dos veces renunció a su trabajo e intentó hacer un proyecto en Guatemala, y dos veces fracasó y tuvo que regresar a Estados Unidos y reagruparse. No fue hasta la tercera vez que él y sus antiguos amigos obtuvieron el capital inicial para comenzar un proyecto. Para entonces, él y sus amigos habían analizado muchos proyectos potenciales para ayudar a Guatemala. Discutieron proyectos basados en atención médica, medio ambiente, negocios sociales y muchos más hasta que se decidieron por la educación.
En 1997, Julio y sus antiguos amigos dieron vida a la Fundación Rose, ahora conocida como Fundación Meso. “Primero definí una meta: la educación era lo que queríamos lograr; de ahí nació la misión y la visión de la Fundación. Nos enfocamos en las habilidades y capacidades que las futuras generaciones necesitan para tener éxito en la vida y comenzamos desde ahí”, explica nuestro fundador. La misión de la Fundación Meso hoy en día es “Empoderar a las personas nativas de Guatemala con oportunidades” y su visión es una “Guatemala más feliz, saludable y próspera.”
Desde el principio, la Fundación Meso se ha esforzado por abrir caminos para las nuevas generaciones y proporcionarles herramientas para emprender el viaje hacia el éxito. La defensa de Rogelia fue clave en esta creación. Su dedicación a los demás y su instinto protector como madre impactaron la vida de muchas personas, incluso más allá de su propia familia. Rogelia continúa siendo testigo del legado que transmitió a Julio a lo largo del crecimiento y éxito del Colegio Mesoamericano.
Esperamos que este legado de amabilidad y conocimiento continúe durante muchos años más, para que el espíritu altruista y las ideas educativas revolucionarias de Julio sigan viviendo.